EL BOGOTAZO: CRÓNICA DE LA FURIA


              
                 A pesar de haber marcado un antes y un después en la historia colombiana del siglo XX, el Bogotazo continúa siendo un fenómeno poco investigado y menos difundido. Diversos intereses,  tanto de clase como políticos y geopolíticos, confluyeron en el asesinato del dirigente liberal Jorge Gaitán, que desencadenó una explosión social sin precedentes. Bitácora de América presenta una crónica de las jornadas que modificaron social, política y demográficamente a Colombia, que constituyeron el primer capítulo de la Guerra Fría en América y que dieron origen al movimiento guerrillero más longevo del mundo, las FARC.








I - La Explosión

     
               El joven huía, revólver en mano, por las calles del centro. En cada esquina se incrementaba el grupo que lo corría al grito de: "Ha muerto a Gaitán. Es el asesino". Lo seguían para vengar al hombre que había prometido una Colombia más justa y en paz. Un policía detuvo al fugitivo, lo desarmó e ingresó con él a la droguería Granada para resguardarlo de sus perseguidores. Pero ya era tarde. La gente, indignada, arrancó las rejas del comercio, sacó a Juan Roa Sierra a la calle y lo mató a palazos y a puntapiés. Algunos desnudaron el cuerpo, ataron sus ropas ensangrentadas a los palos con los que lo habían golpeado, a modo de banderas, e iniciaron la marcha con el cadáver en andas. Finalmente el cuerpo desnudo fue arrojado contra las puertas cerradas de la Casa de Nariño, sede del Poder Ejecutivo. Era la una y media de la tarde del 9 de abril de 1948, había estallado el Bogotazo.
        Jorge Eliécer Gaitán había fundado, en 1933, la Unión Nacional de la Izquierda Revolucionaria (UNIR), cuyas filas luego se convertirían en el ala más radical del Partido Liberal. Su programa político incluía una reforma agraria destinada a terminar con los latifundios, una reforma constitucional que limitara la autonomía del Poder Ejecutivo y diversas medidas regulatorias para el capital extranjereo. Todo esto le había valido el enfrentamiento con la oligarquía y la embajada de Estados Unidos, pero también el apoyo casi absoluto de las clases medias y bajas, urbanas y campesinas, que lo catapultaban como favorito, por amplio margen, para las presidenciales de 1950. Ahora Gaitán agonizaba camino a la Clínica Central y con él morían las esperanzas de cambio y renovación. 


Gaitán habla ante cien mil personas en la Marcha del Silencio, pidiendo el fin de la violencia de Estado. Dos meses después sería asesinado.

             
     
II - La Revuelta

                 Unos cien policías desconcentraron a la gente del palacio de gobierno, pero una enorme multitud llegada de todos los rincones de la ciudad se multiplicaba amenazante en las inmediaciones de la Plaza de Bolívar. Allí se produjeron los primeros enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y se desató toda la violencia contenida. A los incendios de edificios gubernamentales y eclesiásticos, considerados un símbolo de la oligarquía, siguieron los saqueos de comercios, especialmente joyerías, almacenes y armerías. A las tres de la tarde, en vista de la gravedad de los incidentes, el presidente ordenó la intervención militar de la ciudad y envíó tres tanques de guerras y seis vehículos blindados a la plaza. El capitán Mario Serpa se asomó por la escotilla de un tanque con un megáfono y ordenó la inmediata desconcentración bajo amenaza de abrir fuego. Se produjo un instante de tenso silencio, interrumpido por tres disparos de revólver que terminaron la vida del capitán. Inmediatamente los vehículos de combate abrieron fuego de artillería contra la multitud. 
            El número de muertos nunca se pudo precisar, pero las diferentes versiones cuentan entre seiscientos y tres mil. Hacia las cuatro de la tarde, debido a la ferocidad de la represión militar, la policía de Bogotá se sublevó y comenzó a repartir armamento entre la población civil que se enfrentaba al ejército. Las emisoras radiales fueron tomadas por asalto y desde allí se instaba a la ciudadanía a sumarse a la revuelta. Al final de la jornada habían ardido varias embajadas, los Ministerios de Economía, Interior, Educación y Relaciones Exteriores, los Tribunales, la Jefatura de Policía, el Correo Central, el Palacio de San Carlos, la Nunciatura Apostólica, el diario conservador El Siglo, algunas mansiones y docenas de tranvías. Algunos dirigentes gaitanistas trataron de capitalizar el levantamiento y formaron una Junta de Gobierno Revolucionaria que le exigió la renuncia al presidente conservador Mariano Ospina Pérez. Sin embargo el intento no prosperó porque la Junta se mostró tan impotente como el gobierno para incidir sobre la multitud enfurecida.
                Al día siguiente se multiplicaron las barricadas populares y los francotiradores civiles que acechaban a las tropas desde los techos y los campanarios de las iglesias. La prensa denunciaba el saqueo de cinco mil establecimientos comerciales, el incendio de ciento treinta y séis edificios céntricos y reportaba levantamientos en diversas ciudades de provincias. El gobierno ordenó al ejército sofocar la insurrección de manera inmediata, sin reparar en los métodos. Las tropas operaron en Bogotá contra el pueblo colombiano como en un campo de batalla frente a un ejército de línea. El 10 de abril por la noche comenzaron a disminuir los incidentes y 24 horas después la ciudad estaba "en orden": entre escombros y cenizas, saqueada y con cientos de muertos por enterrar.


Tranvías y edificios gubernamentales ardiendo en el centro de Bogotá.

                    
    III - Las consecuencias


                 Las jornadas de abril le permitieron al Estado tomar consciencia de las dimensiones reales de la fuerza popular y de los riesgos que ésta implicaba para su sistema endogámico de privilegio si era encauzada hacia un proyecto revolucionario organizado. La situación exigía medidas de emergencia: el presidente clausuró el Congreso y formó un gobierno de unidad con sectores de la derecha liberal, cuya función fue encubrir el exterminio de la oposición de izquierda. A tal fin se formaron los Escuadrones de la Muerte, como los Pájaros y los Chulavitas, que se abocaron a la persecución y eliminación de liberales gaitanistas, comunistas, sindicalistas y dirigentes campesinos.
                Cuando las persecuciones y la violencia de Estado se trasladaron a las zonas rurales, se produjo un éxodo masivo de campesinos hacia las ciudades. Esta inmigración se estableció en asentamientos periféricos, llamados tugurios, y conformó una nueva clase baja, la más desposeída de la sociedad urbana de Colombia. En tanto, en el campo y en la selva, los liberales comenzaron a formar grupos armados de autodefensa para contrarrestar a los Escuadrones de la Muerte. Así surgieron las primeras guerrillas que controlaron amplias zonas de Colombia hasta 1953. Ese año la amnistía del General Rojas Pinilla logró que varios de estos grupos abandonaran las armas; sin embargo, los más radicales decidieron resistir y formaron nuevas agrupaciones guerrilleras, pero ya no liberales sino marxistas. El ejemplo más destacado fue el de Manuel Marulanda, alias Tirofijo, un antiguo guerrillero liberal que en 1964, junto a miembros del PC colombiano, fundó las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que aún continúan en actividad.


Los manifestantes, armados de palos y machetes, toman las calles del centro.


IV - El Bogotazo y la Guerra Fría

                   
               El momento particular en el que se produjeron estos sucesos ha dado lugar a que el asesinato de Gaitán fuera considerado uno de los primeros episodios de la Guerra Fría en América. En el Capitolio Nacional de Bogotá representantes de todas las naciones del continente celebraban la IX Conferencia Panamericana, donde se ultimaban los detalles para la conformación de una Organización de Estados Americanos (OEA), destinada a institucionalizar el control estadounidense sobre el hemisferio. A tal fin su delegación fue presidida por el General Georges Marshall, ideólogo del Plan de Reconstrucción Europea, para frenar el avance del comunismo.
            Como contracara se había reunido en Bogotá un Congreso Estudiantil Latinoamericano que convocó a delegados universitarios de izquierda que se oponían a las tratativas de la Conferencia y contaban con el apoyo de la U.R.S.S. y de otros gobiernos adversos a las intenciones de Estados Unidos, entre ellos el gobierno argentino de Juan Domingo Perón. El 9 de abril las reuniones de la Conferencia debieron interrumpirse para garantizar la seguridad de los funcionarios y las del Congreso Estudiantil porque la mayoría de sus integrantes se había sumado a las filas populares. Ese día, con un fusil de la policía colombiana, hizo su bautismo de fuego un joven delegado cubano de veintiún años llamado Fidel Castro.
              El 14 de abril se reanudaron las sesiones de la Conferencia Panamericana, donde se responsabilizó a Moscú por intentar desestabilizar al gobierno colombiano e impedir la formación de la OEA. El 4 de mayo Bogotá suspendió las relaciones diplomáticas con la U.R.S.S. Sin embargo, en 1962 el agente de la CIA John Mepples Espirito reconoció haber sido el encargado de la "Operación Pantomima", cuya finalidad era evitar la llegada a la presidencia del dirigente liberal. Para ello ingresó a Bogotá con un pasaporte italiano y contrató a Roa Sierra para asesinar a Gaitán. Por su parte, los levantamientos posteriores le permitieron a la Casa Blanca presionar a Colombia para que rompa relaciones con Moscú y alinearlo definitivamente a las filas anticomunistas. A más de sesenta años el gobierno norteamericano continúa negándose a desclasificar los documentos relacionados con los sucesos de abril de 1948 en Bogotá.



Fidel Castro (primero a la izquierda) en una calle de Bogotá tras finalizar los incidentes.



Para leer:

- Alape, Arturo: El Bogotazo. Memorias del olvido.
- Torres, Miguel: El incendio de abril.
- Gaitán, Jorge: Escritos.
- González, Servando: La CIA, Fidel Castro, el Bogotazo y el nuevo orden mundial.